Escucho el sonido fastidioso del despertador de su celular,
apago la primera alarma. Cinco minutos después sonó la segunda, la volvió apagar. Prendió la tele y se acomodó para volver a dormir. Sonó por tercera vez el celular
que ya en ese momento estaba en el piso, se revolcó en su cama tres veces antes
de darse cuenta donde estaba, lo apago y
abrió los ojos. Despertó sintiéndose incomoda. Incomoda con su cuerpo
incomoda con despertar, por tener que comenzar otro día, por tener que hacer lo
que ama, pero no en las mejor de las condiciones.
Se levantó caminando torpemente hacia el baño. Se sentó por
inercia y mirando sus pies pensó que debería retocar ese viejo tatuaje. Entro a
la ducha pensando en nada más que en lo deberes que debía cumplir en esa
mañana. Lavo su pelo, se enjabono sin entusiasmo por lo que el día le prometía.
Volvió a su pieza, vio la hora y se dio cuenta que solo faltaban 15 minutos para
presentarse a su trabajo, pero ni eso la motivo para apurarse. Termino de
encremarse, vestirse, peinarse y aperfumarse. Apuro el paso, hacían dos minutos
debía entrar a trabajar.
Llego a su trabajo y lo que tenía que hacer lo hizo con las
ganas de hacerlo bien, pero con ganas también de terminar rápido lo que tenía
que cumplir. Llega la hora de colación y corrió a dar una vuelta por el parque más
cercano, se sentó en una banca tomando un chocolate caliente para capear el frío que acumulan sus jóvenes huesos en invierno y observa a los constructores
del edificio de al frente comer sentados en el pasto. Ve la hora en su celular
y se da cuenta que tiene que volver a terminar la infinita tarde que recién está
comenzando. Trabaja, trabaja, trabaja ve la hora, habla, escribe, el tiempo
pasa lento cuando lo quieres presionar. Sonó el timbre y da un suspiro
profundo, por fin se va a casa.
Tomo la primera micro en la esquina, sus audífonos
están malos así que tiene que escuchar la radio evangélica del conductor, que a
sus ateos oidos molestaba como un mosquito en cualquier noche silenciosa.
Llego al departamento y el silbido coqueto de algún vecino
que se esconde detrás de una cortina logra que pueda esbozar la primera sonrisa
del día, pensando que su feminismo estaba cansado para gritarle alguna parada
de carros. Saco las llaves y entro, por fin pone sus pies en su terreno privado.
Deja su mochila en el piso mientras camina directo a la cocina para calentar
agua. Prepara un té y calienta un pan que quedo de la noche anterior.
Ya en su pieza se dio cuenta que finalmente tenía el espacio
privado que había luchado por tiempo. Se recuesta en su cama para dos personas
y se pierde por un par de horas viendo los Simpsons y la novela nocturna. El
olor de su té favorito, el de mango y frambuesa la reincorpora mientras fijaba
su mirada a las luces con formas de libélulas que colgaban de su ventana. Respiro profundamente, se dio vuelta y decidió dormir temprano para que el día
terminara rápido.
No me explico que la 1ra sonrisa del dia sea recién cuando ya queda poca luz del sol... Siempre hay algo con que sonreir, una talla en facebook, una converzación con una amiga, algo que haya hecho algún alumno, o en tu caso un tipo guapo que te queda mirando por 2 segundos en la micro, en la calle o cuando va a buscar a su hijo a la escuela. Uno sonrie todo el dia, de la misma forma en que respira, no te das cuenta pero lo haces siempre.
ResponderEliminarEsas sonrisas enumeradas son las que se crean por cortesía, la de la tortuga fue de las que solo brotan del alma.
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