martes, 26 de agosto de 2014

Estar peluda: el mejor anticonceptivo




Hace algún tiempo en el pasado leí en el face de una amiga que “no depilarse es mejor que cualquier anticonceptivo”. En ese momento me pregunte a mí misma ¿Misma que tanto te importan los pelos en el acto amatorio? La respuesta fue “negra da lo mismo no has entrado al ring de cuatro perillas desde antes de los dinosaurios y cómo va la cosa, eso no va a cambiar antes de la segunda llegada del señor (eso fue sarcasmo si es que no se notó, recuerden que no creo en él). Bueno eso fue todo lo que pensé sobre ese tema y no fue hasta hace poco que luego de negarme a que un regio lolo tomara mi florsh que volví a reflexionar sobre esto.

En esa noche estaba todo dado para el éxito: estábamos solos, decentemente ebrios, sin límites horarios, me dio un beso inesperado, se lo respondí, pero hasta allí quedo todo. Él quería acariciar mi pequeña tortuga y no lo deje. Me dio pudor que en lugar de encontrar una linda florsh encontrara un bosque salvaje. Como fue algo inesperado no había ido a ningún salón depilatorio, ni había recurrido a mis armas caceras que cumplen la misma función, pero que el efecto dura menos. Aunque reconozco que cuando me dijo que asistiría al mismo lugar que yo imagine la remota, lejana, very very far away posibilidad de que algo así podría pasar, pero siendo brutalmente y peludamente honesta me dio paja tener que hacer un show para extraer mis indomables pelos. Aunque en una doble reflexión pienso que si hubiera sido alguien que realmente me importara y gustara igual lo hacía. Ya, finalmente luego de juguetear un rato me aleje un poquito, fui al baño y me demore adrede, y cuando volví fingí tener mucho sueño, sentirme un poco mal y me hice la dormida.

Para algunas mujeres no existe la posibilidad de andar aunque sea con un cañonsito por la vida y dentro de su presupuesto mensual están esas dos sesiones mensuales para mantener a raya sus vellos decorativos. Para otras pasar por la camilla de depilación es algo que reservan solo para cuando algo interesante está por venir. Otras en cambio, solucionan este problema en la comodidad de su hogar con la prestobarba o la cera recalentada (ya con pelos de la depilación previa y la anterior y la previa a la anterior)  o algún otro producto similar. En cambio para otras, las menos, los pelos no son algo porque preocuparse, ya sea porque no tiene o porque les da lo mismo que otros las acaricien felpudas.

Reconozco ser una mezcla entre la segunda y tercera opción: entre que me depilo solita en la intimidad de mi baño y entre que voy a mi depiladora caribeña cuando la noche se viene wena. Hay veces que pasan semanas y dejo que la naturaleza fluya indómita por mi cuerpo, pero eso solo es por poco, después de un rato me molestan. Además eso ocurre generalmente en invierno, ya que en verano los pelos no están permitidos. Entre los shores cortos y la chala,  los pelitos no son bien vistos.

Las veces que he viajado a lugares donde hay viajeros de las Europas es fácil ver a las chicas altas, rubias, wapas, con sus clásicos shorts verde musgo, sus botines y sus pelos que imagino las han acompañado desde su nacimiento. Es un tanto extraño cuando, una la latina morenita, las observa nos sentimos avergonzadas por ellas y sus pelos, en cambios ellas se sienten cómodas y con full actitud de wapas por la vida.

Por otro lado, para los hombres es todo un tema. Hace unos días vi una encuesta que les hacían a diferentes hombres sobre que opinaban de las mujeres que se negaban a depilarse y eran bastante tajantes al decir que les parecía hasta asqueroso que una mujer no se depilara. Hablaban de las diferencias entre las acaricias a la pierna peluda y la pierna pelada, de los roses íntimos y hasta de lo bonito o feito que se veía una axila con pelitos. En conversaciones con amigos es el mismo asunto todos concuerdan de que les importa mucho (o por lo menos así lo demuestran de la boca para afuera)

Es aquí donde debo confesarles mis queridos amigos. En mis tiempos de loquilla maraquilla, si saltaba la liebre en ese proceso de dejar un poquito el pelito crecer para que lo pesque la cera (lo que recordemos no se ve bien) igual iba al combate punta y codo con cero pudor y mucha calentura. Aunque sin falta antes daba un pequeño discurso de no sentirme cómoda porque no estaba tan bonita, de que me daba vergüenza, y preguntaba una vez si le incomodaba (solo una para no parecer realmente insegura). E incluso en algunas ocasiones sin ningún preparativo previo igual le hacía a la cochina. El asunto es que los hombres mienten y cuando están calientes realmente no les importa ni los pelos o si se ve bonito o feito, igual atacan y lo disfrutan, dicho en palabra de algunos de ellos: la calentura es más fuerte.

Ya en la intimidad de una pareja, cosa que recuerdo vagamente como es, el asunto de la confianza, la comodidad y la rutina, hacen que una agarre papa y que en momentos se olvide de echarse una manito de gato para hacer más monono el asunto. Una amiga para no caer en estas monotonías un día caminando por Santiago se encontró con un centro depilatorio entretenido, en el cual puedes hacerte diferentes tipos de diseños en tu querida zona púbica, ella como fanática de David Bowie se hizo un rayo, luego al mostrárselo a su pareja pudieron disfrutar de su música y su estética.

No sé si en Antofagasta hay de estos diseños, pero lo que es yo en pareja era bien fomesilla en ese asunto, lo que prometo, para futuros prospectos de novios, no serlo más. Después cuando entre al mercado del solterismo por primera vez como persona adulta, me di cuenta que tenía que tomar una actitud más scout y estar lista para cualquier ocasión. Es así como comencé a ir con cierta frecuencia a depilarme en un local cerca de mi casa. El chiste es que comencé con la pierna completa y un discreto rebaje, ahora ultimo mi pequeña tortuga cada vez tiene un look más hitleriano.

Finalmente el gusto es cosa de cada uno y la comodidad femenina no se puede resumir en una generalidad. Una vagina peluda o pelada sigue siendo vagina digna de ser querida, besada y respetada.




jueves, 14 de agosto de 2014

Cuento: Otro dia



Escucho el sonido fastidioso del despertador de su celular, apago la primera alarma. Cinco minutos después sonó la segunda, la volvió apagar. Prendió la tele y se acomodó para volver a dormir. Sonó por tercera vez el celular que ya en ese momento estaba en el piso, se revolcó en su cama tres veces antes de darse cuenta donde estaba, lo apago y  abrió los ojos. Despertó sintiéndose incomoda. Incomoda con su cuerpo incomoda con despertar, por tener que comenzar otro día, por tener que hacer lo que ama, pero no en las mejor de las condiciones.

Se levantó caminando torpemente hacia el baño. Se sentó por inercia y mirando sus pies pensó que debería retocar ese viejo tatuaje. Entro a la ducha pensando en nada más que en lo deberes que debía cumplir en esa mañana. Lavo su pelo, se enjabono sin entusiasmo por lo que el día le prometía. Volvió a su pieza, vio la hora y se dio cuenta que solo faltaban 15 minutos para presentarse a su trabajo, pero ni eso la motivo para apurarse. Termino de encremarse, vestirse, peinarse y aperfumarse. Apuro el paso, hacían dos minutos debía entrar a trabajar.

Llego a su trabajo y lo que tenía que hacer lo hizo con las ganas de hacerlo bien, pero con ganas también de terminar rápido lo que tenía que cumplir. Llega la hora de colación y corrió a dar una vuelta por el parque más cercano, se sentó en una banca tomando un chocolate caliente para capear el frío que acumulan sus jóvenes huesos en invierno y observa a los constructores del edificio de al frente comer sentados en el pasto. Ve la hora en su celular y se da cuenta que tiene que volver a terminar la infinita tarde que recién está comenzando. Trabaja, trabaja, trabaja ve la hora, habla, escribe, el tiempo pasa lento cuando lo quieres presionar. Sonó el timbre y da un suspiro profundo, por fin se va a casa.

Tomo la primera micro en la esquina, sus audífonos están malos así que tiene que escuchar la radio evangélica del conductor, que a sus ateos oidos molestaba como un mosquito en cualquier noche silenciosa.

Llego al departamento y el silbido coqueto de algún vecino que se esconde detrás de una cortina logra que pueda esbozar la primera sonrisa del día, pensando que su feminismo estaba cansado para gritarle alguna parada de carros. Saco las llaves y entro, por fin pone sus pies en su terreno privado. Deja su mochila en el piso mientras camina directo a la cocina para calentar agua. Prepara un té y calienta un pan que quedo de la noche anterior.

Ya en su pieza se dio cuenta que finalmente tenía el espacio privado que había luchado por tiempo. Se recuesta en su cama para dos personas y se pierde por un par de horas viendo los Simpsons y la novela nocturna. El olor de su té favorito, el de mango y frambuesa la reincorpora mientras fijaba su mirada a las luces con formas de libélulas que colgaban de su ventana. Respiro profundamente, se dio vuelta y decidió dormir temprano para que el día terminara rápido.

martes, 5 de agosto de 2014

Amar hasta que duela


Para algunos el concepto amor tiene directa relación al concepto  dolor/sufrimiento. Siendo más específica hay personas que sienten que llegaron a la meta de entregar su cuerpo, alma y corazón solo cuando sienten que la parte palpitante de este trió dinámico se la están arrancando del pecho con las manos, sienten que sus lagrimas se agotan después de un infinito llanto y solo se manifiestan de forma de grito o sollozos casi inentendibles. Así también, es el caso de muchas mujeres que creen que el concepto amor no tiene mucho que ver con algún sentimiento, sino más bien con un ideal de estabilidad y familia.

Por lo que he visto en mujeres de mi familia y personas cercanas, en generaciones pasadas el acceso a la educación o independizacion para una mujer era algo difícil de conseguir, en especial si no contaba con los recursos económicos, por ende varias de ellas lograban  progresar en la vida solo si se sometían al “sagrado” lazo del matrimonio, ya que hacerlo sola además de ser difícil era mal visto.

Muchas de ellas se ilusionaban rápidamente con algún jovencillo buen mozo y con un buen futuro que les prometían el cielo, el mar, la tierra y además le habla como un caballero. Posterior a eso tenían un lindo pololeo, compartían momentos inolvidables (de esos tiempo he visto varios en fotografías ochenteras/setenteras de diferentes parejas), pero lamentablemente estos momentos duraron poco años y después de descartucharse, entraban en confianza a mostrarse su verdadero "yo" que no era muy agradable. Discusiones, gritos, portazos, platos quebrados, llantos, eran parte de la dinámica de algunas familias durante los 90s. Los que ya tenemos más de 25 años podremos recordar sin mucho cariño esos episodios familiares encerrados en el baño o la pieza.

Pasaron décadas y algunas de esas “diferencias” que causaban esos “incidentes” dejaron de ser tan graves. Esas parejas ahora son mayores y no tienen la misma voluntad de discutir como antes y en conversaciones familiares con mirada retrospectiva he escuchado decir a la matriarca de la familia cosas como “el no me dejaba pintarme, pero yo igual lo hacía” orgullosa como desafiando alguna ley marcial. También he escuchado parejas decir “con los años hemos mejorado mucho nuestra relación” y a las horas gritarse “eres hueona o te haces?, sabes que no me gusta esta cuchara para tomar te”

Es como si estas parejas crearan un pacto de aguantarse, odiarse y amarse en público para sacar adelante una familia que ni siquiera los soporta a ellos. Podría jurar que el dicho “estamos juntos por lo niños/familia” surge desde allí, asi también la ironia de que el resto de la familia preferiría que se separen “y que se dejen de webiar”. Finalmente los niños crecen se van de la casa y ellos siguen juntos alegando que siempre se amaron y de que se siguen amando.

Si hago memoria realmente son pocas las parejas que conozco y tuvieron un buen pasado y un buen presente. La mayoría de las parejas que conozco se odian por años y discuten incesablemente insultándose sin importar quien los escuchara o incluso llegando hasta los golpes.Quizás por eso cuando tuve mi primer gran fracaso amoroso (lo llamo fracaso ya que le tenia mucha fe en algo que termino siendo un desastre) unos parientes cercanos lo primero que hicieron fue normalizar lo que había ocurrido (cosas que jamás deben ocurrir en una convivencia) diciendo que son etapas que viven las parejas que hay que superarlas con amor y hay que hacer sacrificios (en mi caso ser mas sumisa) para estar en pareja. Con los meses me di cuenta de la estupidez mía en tratar de seguir un consejo como ese después de lo que pase en esa relación, pero siendo empática entiendo el origen de su consejo y comprendo que ellos han vivido de esa manera casi 30 años y aun siguen juntos a pesar de sus humillaciones y malos tratos mutuos, por lo que piensan que esa es su receta mágica para una vida familiar.

He conversando con varias amigas sobre esto, ellas también han visto a sus padres, tíos y familias amigas conviviendo como enemigos durante años y ya de viejos supuestamente mejor siguen tratándose como la mierda. Ellas también creen que indudablemente este es uno de los factores por los cuales algunas tenemos la tendencia a cagarla cuando estamos en pareja, escogemos al peor de la fiesta para establecer algún tipo de relación, tenemos una reacción confrontacional, a la primera palabra un decibel mas alto que el nuestro gritamos como chancho en el matadero, ya que jamás nos tiene que pasar lo que vimos durante en nuestra infancia e incluso es mas algunas de nosotras ni siquiera estamos dispuestas a realizar labores domesticas básicas solo para no vernos disminuidas  frente a un hombre.

 Tengo más que presente que toda pareja pasa por sus altos y sus bajos, y siempre existe la lucha por mejorar una relación, pero una lucha excesiva y casi obsesiva es un claro signo de que algo no está bien y si ha sido mucho el esfuerzo que se ha puesto y no ha mejorado, es bastante difícil que se pueda arreglar sin seguir haciendo daño.


No puedo negar que a meses de cumplir 27 años me siento con más miedos que nunca. Miedo de emparejarme con algún tipo con quien en un comienzo nos llevemos bien, pero luego se transforme en un desconocido que no entienda quien soy, que no me aprecie ni valore. Miedo de mi constante estado a la defensiva para no dejarme llevar por nadie. Miedo a terminar aferrada a alguien que no quiera por la fuerza de la costumbre y por el miedo a volver a fracasar. Pero a pesar de mis miedos sé que no soy mis antepasados, ni estoy obligada a cometer los mismo errores, además también se que ese sentimiento llamado amor no debe estar pegado con mocos al sufrimiento.