Marina Menegazzo y María José Coni
El pasado viernes termino una de las experiencias más lindas
de mi vida. Un mes antes pesque mi mochila mochilera, tome un bus y partí sola
a recorrer tres maravillosos países de Sudamérica. Al volver pensé en escribir
sobre lo maravilloso de la gente que conoces al viajar, la solidaridad y la
fuerte empatía que produce entre los viajeros, pero a medida que fueron
avanzando las horas me di cuenta que en Montañita, localidad costera de
Ecuador, había algo que no estaba bien. Un dúo de amigas argentinas se había
perdido hace una semana. EL primer pensamiento que tuve fue el creer que eran
como tantos otros mochileros que pierden el contacto por unos días, pero luego
re aparecen sin grandes novedades, pero el llamado a su búsqueda era tan fuerte
que era fácil alejarse de ese primer pensamiento y creer que algo más grave
había ocurrido.
Llego el domingo, y junto con el llego la noticia que nadie
quería escuchar y menos creer que fuera verdad. Las chicas estaban muertas,
fueron encontradas en unos arbustos alejados del pueblo envueltas en plástico y
con múltiples lesiones. Llego el lunes y
encontraron a sus culpables, quienes confesaron que luego de que estas chicas
se quedaran sin dinero un amigo les pidió que pudieran ayudarlas y dejarlas dormir en
su casa por esa noche. Luego mientras una de ellas dormía uno de estos tipo
quiso abusar de ella, pero al poner resistencia él le pego con un palo en la
cabeza muriendo de inmediato, al mismo tiempo en otra habitación su amiga moría
apuñalada por el otro tipo.
Al comienzo de mi viaje a mi familia no les parecía correcto
que viajara sola, pero ya me conocen estoy grande, además era mi tercera vez
viajando, aunque esta era mi primera vez
sola, además no tenían mucha influencia en la decisión que tomara. Solo les quedaba
darme consejos sobre cuidarme, no confiar en exceso y la exigencia de que me
reportara en lo posible una vez por día, incluso tuve que crear un grupo de
whatsapp con mi madre, mi abuela, mi hermano y unas tías cercanas para
avisarles cómo iba el viaje.
Y así fue como viaje un mes sola conociendo muchísima gente
de diferentes países, interactuando con la gente local, en situaciones
complicadas apoyándome en gente que recién conocía y apoyando a otros que con
suerte había conocido unas horas antes. El sentimiento de empatía entre la
gente que viaja es muy fuerte, solo con compartir unas horas se crean grandes
amistades que se basa en la solidaridad entre gente que está viviendo
experiencias similares. Dentro de este contexto, estas chicas confiaron en un
amigo que trato de ayudarlas tras ser asaltadas y les consiguió un lugar donde
podían quedarse la noche. Quizás lo primero que piensen muchas personas, es que
fueron tontas al confiar. Yo también en primera instancia lo pensé así, pero no
puedo juzgarlas por confiar en alguien que quiso ayudarlas después de ser
asaltadas, yo también lo hice.
Fueron cinco los días que me quede Montañita, la misma
semana en la que estuvieron estas chicas. Días antes en Lima conocí a un chico,
me invito a salir y tuvimos onda, después de esto quedamos de encontrarnos en
Ecuador. Nos vimos allá y me ofreció quedarme con él unas noche así me ahorraba
alojamiento, me invitaría a surfear y además podríamos estar juntos. No era una
mala oferta. Me fui con él a Olon, pueblo al norte de Montañita. En la tarde estuvimos
en un asado con varias personas locales, en la noche dormimos cansados y en la
mañana despertamos con ganas de sexo. Vulnerando mi decisión, vulnerando mis
derechos, sobrepasándose y poniéndome en
riesgos se sacó el condón que le pase para cuidarnos y metió su pene en mi sin él.
Me di cuenta al momento, lo saque, él no vio el problema en lo hecho. Me enoje,
le dije que se fuera y siguió sin el ver el problema. Se fue, volvió, me dio
miedo que algo hiciera, le roge que se fuera. Se fue por fin. Con mi mochila salí
corriendo del lugar, tome un taxi y volví a Montañita. Por ser mujer ni
siquiera puedo vivir mi sexualidad tranquila.
Durante todo el viaje me tuve que restringir de tomar
cervezas de más, de fumar marihuana con libertad, tuve que pedirle a los nuevos
amigos que hice que me fueran a dejar a mi hostal porque el camino era oscuro,
tuve que reportar todos los días a mi familia lo que hacía y donde estaba, si
conocía a alguien y salía a pasear tenía que darle el Facebook de esta persona
a mis amigas, tenía que prohibirme de ir sola a ciertos lugares, llevaba
condones, trate de cuidarme y ni siquiera así evite que algo me pasara. Estas
chicas fueron dos, se cuidaron mutuamente, pero aun así tampoco fue suficiente.
Mucha gente, cuando eres mujer, te dicen que tienes que cuidarte, que tienes
que prohibirte de ciertas cosa para que nada malo te pase, pero porque tengo
que coartarme de experiencias, porque no puedo tener la libertad de andar sola
y tener la opción de emborracharme si es que quisiera sin correr riesgos.
Hay gente que se empeña en recalcar la culpabilidad de la
mujer al pasarle algo, por vestir con poca ropa, por embriagarse, por andar
sola, por lo que sea, pero es difícil que los critiquen a ellos por hacer algo
que simplemente no debían. Como dijo Natalia Valdebenito “A nosotras nos
enseñan a cuidarnos, pero a ellos no les enseñan a no violarnos.” Sabes que
siendo mujer tienes que estar alerta si andas sola, si vas a un carrete, si
viajas sola, porque te pueden violar, y si alegas te matan y si suerte de
quedar viva, te culpan por no cuidarte.
Está claro que cuando viajas (así también como cuando estás
en tu ciudad) siendo hombre o mujer, corres el riesgo de ser asaltado, de que
quieran quitarte tu dinero, o que talvez te golpeen por ello, pero solo si eres
mujer corres el riego, además de los
anteriores, de ser violentado sexualmente.
Solo por tener una vagina entre nuestras piernas corremos más riesgos, o
plateado de otra manera, por el hecho de que a los hombres no les enseñaron a
controlar sus impulsos animales de violar a una mujer todas corremos el riesgo
de ser sus víctimas. Este no es un crimen que solo ocurra en esa localidad, no
tiene que ver con los niveles de delincuencia de un país en particular, no les
ocurrió a las chicas por ser viajeras.
Estuve los mismos días que las chicas allí, tuvimos amigos
en común, quizás hasta debo haber cruzado algunas palabras con ellas, caminé sola
en la noche por el pueblo, me quede en la casa de un desconocido y si lo pienso
bien me pudo haber pasado a mí, o a la única otra chilena que vi viajando sola
y que en un punto nos juntamos para cuidarnos, o a la chica suiza que conocí al
comienzo de mi viaje que tenía la costumbre de viajar sola, pero al venir a Latinoamérica
también tuvo que hacer un grupo en whatsapp informar donde estaba, o a unas
hermanas que conocí en Guayaquil que viajaron juntas para cuidarse una a la
otra. Solo por tener vagina nos puedo pasar a cualquiera.
Eran jóvenes, alegres, con ganas de disfrutar como cualquier
chica de su edad, de vivir una experiencia tan linda como viajar, pero las mataron,
las mataron por ser mujeres.